Claro que no lo es. A continuación, os contaré algunas cosillas sobre esto.

Los niños no son entes estáticos, evolucionan a cada paso que dan y de nosotros depende si es para bien o para mejor. Como padres lo intentamos hacer lo mejor que podemos/sabemos pero no por eso estamos exentos de nuestras obligaciones.

El juego a los niños les aporta infinidad de beneficios a todos los niveles (educativo, físicos, mentales, sociales…). Cuando están supervisados por un adulto, se llaman juegos de aprendizaje porque se busca un beneficio concreto más allá del meramente lúdico. Son juegos dirigidos por un adulto y con objetivos didácticos. Aquí no hablaremos de esos.

Mientras juegan, los niños aprenden a seguir instrucciones, a cooperar, a esperar su turno y a compartir las cosas.

Jugar también les ayuda a entender sus propios sentimientos, a sentirse orgullosos de lo que pueden hacer y a soportar la frustración de no poder hacerlo, en definitiva, a formarse una idea de quiénes son y hasta donde pueden llegar.

Para un desarrollo más completo de la personalidad, deberían contar con espacios en los que jueguen con otros niños, solos, con hermanos, con su grupo de iguales, con sus padres… pero a veces es difícil gestionar todo esto y más ahora con el tema de este bicho (la Covid 19). Si prestamos atención mientras juegan, observaremos cómo actúan de diferente manera, adaptándose a dónde están, con quien están y al juego en el que estén inmersos en ese momento. El rol que adopta en cada situación dependerá de la habilidad social que el menor haya adquirido por las experiencias previas que haya tenido.

   

Lo bueno de los juegos entre niños es que, ellos son los únicos que deberían gestionárselo, incluso cuando hay problemas o justamente cuando esto suceda. Dejarles que sean los protagonistas de su historia, que traten de solucionarlo, sin intervención de adultos puesto que hace que sea más beneficioso para desarrollar la capacidad de resolver problemas futuros. Aprenderán a defenderse o a gestionar sus enfados mediante este aprendizaje, lecciones que sólo viviéndolas se quedarán en su piel, en su mente grabadas y les servirá para resolver con éxito situaciones similares que se les planteen.

Está claro que llevar a cabo juegos simbólicos potencia la imaginación, pero cuando un objeto pueden convertirlo a su antojo en otro solo con pensarlo, ya tiene mucho ganado. Un palo de escoba será su espada, una manta por los hombros enganchada al cuello en forma de capa y un cojín como escudo en la otra. Ya está el caballero preparado.

Nunca olvidemos que el juego es un tema muy serio y que estamos dejando que se pierda. Hoy en día muchos de nuestros hijos crecen sin jugar, sin interactuar con las personas, sin manipular los objetos, sin pensar en cómo harán el juego, sin crear estrategias ni normas, sin discutir y sin crear acuerdos. ¡No dejemos que pase! Consigamos que sigan jugando muchos años, velemos por el juego como lo hacemos por la salud o por la educación.