Todos necesitamos participar de él, con sus reglas, zambullirnos en las gymkanas que se nos presentan en el día a día e incluso sumarnos a las fiestas en la que nos cambiamos de disfraz según convenga. En otros momentos, tratamos de averiguar cómo se sale del “scaperoom” en el que la rutina nos ha atrapado.

Si nosotros, adultos, disfrutamos del juego, imaginad por un momento lo que significa para nuestros hijos. Ellos lo utilizan para divertirse, estimular la imaginación, compartir, relacionarse y aprender a convivir con los iguales autorregulándose entre ellos. Es algo que pueden y deben hacer sin nosotros y por eso son tan importantes la necesidad de jugar y el derecho de los niños a hacerlo (Derecho reconocido en la “Declaración de los derechos del niño” de 1959).

En estos últimos meses, debido a la pandemia, nosotros les hemos marcado con quién debían jugar para no romper la dichosa burbuja. Para los niños también ha sido duro y a pesar de eso, lo han hecho fantástico sin llegar a entender la gravedad del tema. Ahora se merecen su recompensa, que les demos la llave que abre el cofre del tesoro que se han ganado, que pronunciemos por ellos “Alohomora” y se abran las puertas para poder entrar en el mundo más mágico que existe, el juego.